Llevo años en tecnología, pero la IA sigue sorprendiéndome. No temo que las máquinas se "revelen", sino algo peor: que nosotros pensemos como ellas. Perderíamos nuestra magia: crear de la nada, enamorar, imaginar el más allá.
Llevo años en el mundo de la tecnología, siempre maravillado por la innovación y con el deseo de desarrollar productos que mejoren la vida de las personas. Cuando la inteligencia artificial irrumpió en la vida cotidiana, quienes ya teníamos cierto conocimiento no nos sorprendimos demasiado al principio, pues el campo estaba lleno de exageraciones y promesas infladas.
Lo que no pude prever, sin embargo, fue la velocidad con la que avanzaría una vez que se lanzaron los primeros modelos de lenguaje de uso común. Y aún hoy sigo sorprendiéndome. No creo que la IA se revele un día y terminemos compartiendo nuestro contaminado planeta con una nueva especie, pero sí temo que ocurra algo peor: que comencemos a pensar como máquinas. De ser así, perderíamos lo más maravilloso que tenemos: nuestra capacidad de crear desde la nada, de enamorar a alguien o de imaginar qué hay después de la muerte.
Siempre trato de explicar, desde mi perspectiva, cómo funciona o qué es realmente la inteligencia artificial, pero es un tema complejo y abstracto. Incluso a mí, siendo alguien familiarizado con el tema, me costó entenderlo en su momento. Con el tiempo, he realizado pequeños experimentos con amigos y familiares usando IA, y he confirmado algo: hay aspectos del cerebro humano que jamás podrán ser reemplazados. Uno de ellos es la capacidad de suposición, y es justo en esto donde me apoyaré para esclarecer las grandes diferencias entre una máquina y un ser humano.
Quiero citar a Noam Chomsky: "La mente humana no es, como ChatGPT y sus similares, una máquina estadística torpe para emparejar patrones, atiborrada de cientos de terabytes de datos y extrapolando la respuesta más probable en una conversación. Por el contrario, la mente humana es un sistema sorprendentemente eficiente e incluso elegante que opera con pequeñas cantidades de información; no busca inferir correlaciones brutas entre puntos de datos, sino crear explicaciones."
No podría haber mejor cita para ilustrar esta comparación. Chomsky tiene toda la razón: eso es exactamente lo que hace la IA. Supone, pero no como nosotros. La IA compara estadísticas y elige la respuesta con mayor probabilidad de coincidencia. En cambio, cuando le haces una pregunta simple y sin contexto a un humano, este no solo responde "sí" o "no", sino que imagina múltiples escenarios posibles. Aunque la pregunta sea básica, la persona construye contextos mentales basados en quién le pregunta: si es alguien cercano, adaptará su respuesta a lo que cree que esa persona necesita oír; si es un compañero de trabajo, lo asociará con situaciones inmediatas. A veces puede ser bastante tedioso porque debemos escuchar más de lo que queremos, pero eso es lo que nos hace humanos.
Esto no es un defecto, sino algo maravilloso. Y al darme cuenta de ello, me reconforta saber que siempre habrá cosas que la IA jamás podrá sustituir.
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